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Un emprendedor: tiene 6 años y creó un negocio familiar de pralinés

Ignacio Cano es un mini emprendedor con grandes sueños. Su historia comenzó en el verano cuando les dijo a sus padres que quería ganar dinero y cubrir sus gastos, pero los terminó embarcando en una empresa familiar.

La infancia es una etapa hermosa para los niños y también para quienes la viven junto a ellos. En la casa de la familia Cano hace seis años llegó Ignacio y revolucionó todo, pero nunca pensaron que una ocurrencia terminaría poniéndolos al frente de un negocio.

“Nachi”, como le gusta que lo llamen, un día se plantó frente a sus papás Gastón Cano y Melina Carrizo y les dijo que quería ganar su propio dinero para sus gastos. Así empezó su historia, que al inicio parecía una inquietud infantil, pero lo transformó en el “líder” de un emprendimiento familiar.

Con algo de timidez el pequeño contó a El Periódico sus motivaciones: “La plata de los kioscos era para viajar a conocer a los pingüinos y la plata de la gente era para mis gastos”. Lo que dijo resume el crecimiento de la venta de pralinés, algo que tuvo origen en el verano pasado.

Su papá Gastón comentó que la chispa inicial surgió en casa, mientras compartían un verano familiar. “En el verano nosotros hacíamos pralinés para comer acá en casa, en la pileta y un día nos dijo ‘yo quiero mi plata para pagarme mis gastos’”. La realidad es que el niño va a básquet, toma clases de cocina, de robótica, aeromodelismo y en un momento también hizo fútbol, pero luego cambió.

La ocurrencia del pequeño cambió la rutina familiar

El origen de todo

Dada la inquietud de Ignacio sus papás le preguntaron qué le interesaba ofrecer para ganar ese dinero. “Yo quería hacer pan casero, tortas, pururú y pralinés”, recordó. La familia le sugirió enfocarse en uno solo y eligió los pralinés.

El primer paso fue distribuir bolsitas entre familiares y conocidos. Pero todo cambió cuando su profesora de cocina encontró la cuenta de Instagram del pequeño, la cual vale aclarar es manejada por sus padres.

“Ella nos preguntó si era Nacho el que estaba haciendo esto y lo subió a su Instagram, tiene un montón de seguidores, y ahí empezó a crecer su emprendimiento. Se transformó en empresario de repente”, recordó Gastón entre risas.

Al inicio todos pensaron que era una ocurrencia más, típica de un niño, pero la insistencia hizo que tomaran más en serio la situación. “Pensamos que se le iría la idea, pero los siguientes días dijo ‘¿y cuándo arrancamos?’ Y fueron cinco bolsitas, veinte bolsitas, cuarenta bolsitas… y después llegamos a cien bolsitas. Ese fin de semana ya hicimos casi trescientas”, detalló su papá.

«Nachi» tiene el rol de hacer los agujeritos en las etiquetas de su emprendimiento, los papás son quienes cocinan mientras él disfruta

Primero niño

Si bien “Nachi” impulsó este emprendimiento con su inocencia e interés sus papás aclararon que él no se dedica a cocinar ni nunca lo hizo ya que es una tarea riesgosa. Cocina su mamá y el pequeño está en la posproducción, sin embargo, siempre se privilegia que continúe con sus actividades como todo niño.

“Yo no me acerco a la cocina. Cuando está listo lo pongo en las bolsitas y me gustaba hacerles los agujeritos a las etiquetitas y pesar las bolsitas”, explicó con ahínco Ignacio. Además, su mamá, Melina Carrizo relató que “lleva registrado todo lo que se hace”. Y remarcó: “Esto fue todo por él y no queríamos que dejara de estar involucrado en lo que se hacía porque significaba un gran aprendizaje”.

Todas las bolsitas individuales son su tesoro, aquello que llevan a negocios y a los tres clubes está destinado a la reinversión y el ahorro porque Ignacio piensa a futuro. “Estoy ahorrando para ir a conocer los pingüinos” y su padre completó: “El fin de semana fuimos a ver el rally y dijo que también va a ahorrar para que cuando tenga 18 años tener un auto así”.

Por ahora Ignacio sigue haciendo su rol más importante: el de ser un niño inquieto e inteligente que con los pralinés aprendió sobre el manejo del dinero y lo satisfactorio que es ganarlo por lo que hace uno mismo todo gracias a esas bolsitas.

El Periódico / San Francisco