26 de julio de 2024

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Temporada de verano: diseñan estrategias para habilitar el turismo en la costa

¿Habrá temporada de verano? ¿Cómo serán los protocolos? ¿Qué hará todo la estructura comercial, gastrónomica, hotelera y recreativa de la costa bonaerense si no hay vacaciones? Las preguntas surgen en forma permanente en los municipios de la costa atlántica donde suelen veranear millones de argentinos cada año.

En esta oportunidad se enfrentan al desafío de preparar una temporada de verano en el medio de una pandemia. Porque el coronavirus seguirá circulando en los primeros meses de verano y la vacuna aún seguirá siendo una esperanza. Según dijo Alberto Fernández, estaría para el primer trimestre de 2021, pero no hay una fecha precisa.

El gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires tienen la decisión tomada de armar, promover y apoyar la realización de la temporada de verano en todo el país, y especialmente, en la costa.

Los intendentes de ciudades balnearias no se imaginan el verano sin temporada. Hay una razón clave. Si no hay vacaciones, se verán comprometidos los ingresos de los municipios y la cadena de comercios y actividades que viven gracias al turismo. Las tres patas políticas coinciden en hay que trabajar en el armado de la temporada aunque hoy la realidad sea otra.

A Mar del Plata, en la última temporada, ingresaron 3,5 millones de personas. En el municipio de Pinamar, que abarca a Valeria del Mar, Cariló y Ostende, un número similar. Cerca de 3 millones.

En Miramar, donde viven 35 mil personas, en tres meses pasaron 300 mil. Un mundo de gente que se desplaza de un lado a otro. Una acción que hoy es difícil de imaginar pero que está dibujada en los borradores de la política. La temporada se diseña en paralelo a la crisis sanitaria, pero los datos epidemiológicos serán los que finalmente determinen si se hace realidad o no.

¿Qué es lo único que puede frenar la temporada? Que la situación en diciembre sea la misma que la actual. Es decir, que la provincia esté en un promedio diario de 5000 casos y que el sistema de salud esté permanentemente exigido. Si eso sucede, no hay temporada de verano. Sería imposible llevarla a cabo.

En la actualidad la preocupación está centrada en que el sistema de salud no colapse. El verano es una anhelo. Pero, al mismo tiempo, es una realidad que los gobiernos municipales avanzan en el diseño de protocolo y llevan adelante negociaciones con las cámaras que nuclean hoteles y transportes para tener planteado un escenario posible para el verano.

 

Ni Axel Kicillof, ni Alberto Fernández, ni los intendentes imaginan que en el verano haya una realidad tan compleja y estresante como la que hoy vive la Argentina, sino un escenario bien distinto. Unas vacaciones de verano con protocolos, distancia social y movimiento en las rutas. Kicillof lo dijo hace poco tiempo: “Puede ser que pasemos de las medidas de aislamiento a los protocolos”. Lo aseguró el día en que presentó un plan para la reactivación productiva para la provincia. Con cautela, como se viene moviendo hasta el momento, advirtió: “No es algo que hay que sufrir. Es un aprendizaje para poder trabajar, vivir y recobrar cosas que hemos perdido mientras el virus todavía no se fue”.

Hay dos interpretaciones que hacen en todos los gobiernos. La primera es que pese a la crisis económica, habrá gente con intenciones de viajar. Frente al hartazgo de la cuarentena, la necesidad de la playa, el aire libre y la recreación.

La segunda es que, para ese entonces, aunque bajen los casos, habrá muchos que aún tendrán miedo de desplazarse a ciudades donde se crucen ciudadanos de distintos puntos del país. Es imposible determinarlo. El comportamiento social lo sabrán cuando diciembre esté llegando a su fin.