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Santa Fe: la lucha de un padre por volver a ver a sus hijas

Desde hace más de un año, Vicente Fazzolari, un hombre de 35 años y padre de dos niñas de 7 y 3 años, libra una cruzada en silencio. No pelea en un campo de batalla, sino en los despachos del Juzgado de Familia N° 5, en oficinas de policía y en cada rincón donde cree que alguien puede escuchar su historia. Su lucha: volver a ver a sus hijas.

El calvario de Vicente comenzó tras su separación de Camila, su expareja. Al principio, como en muchos casos, ambos intentaron una convivencia pacífica en medio de una relación fracturada. Pero todo cambió cuando Vicente formó una nueva pareja. Fue entonces cuando, según relata, su anterior mujer comenzó a restringir sus visitas a las niñas, y las denuncias comenzaron a llover. «Me empezó a prohibir ver a las nenas», cuenta Vicente. «Cuando finalmente conseguía verlas, ella llamaba amenazándome con denunciarme si no las llevaba de vuelta en el horario exacto.»

«Lluvia» de falsas denuncias

Camila presentó múltiples denuncias acusando a Vicente de malos tratos hacia sus hijas. Las quejas, basadas en acusaciones que él califica como falsas, llegaron al Juzgado de Familia N° 5, donde se le impuso a Vicente un régimen mínimo de visitas. Tres veces por semana, tres horas por día.

«Lo que hicieron conmigo es una vergüenza,» exclama Vicente, con la voz rota entre la impotencia y la indignación. Quiero que el juzgado se expida sobre mi caso. El secretario que firmó ese régimen de visitas fue Germán Federico Allende. La jueza es Claudia Brown, que nunca me atendió. Es imposible llegar hasta una jueza.

Manipulación y mentiras

Para Vicente, la realidad es que sufre una forma de violencia solapada y burocrática que le impide ejercer como padre. Aunque el régimen de visitas parecía darle una mínima esperanza de contacto, las denuncias continuaron. La madre de las niñas aseguró que las menores estaban siendo maltratadas por Vicente y su nueva pareja, atribuyéndoles actos que él insiste jamás ocurrieron. «Le llenan la cabeza a mis hijas con mentiras. Dicen que mi actual pareja les pega, que las encierra. Todo eso es mentira. Ahora temo que inventen una denuncia por abuso sexual».

El conflicto ha escalado en los últimos días. Vicente relata cómo, cuando fue a buscar a su hija menor al jardín, descubrió que no había asistido. Desesperado, fue hasta la casa de la abuela materna, donde lo recibió Marcelino, el hermano de su expareja. «Con una prepotencia total, me dijo que las nenas no querían verme más,» recuerda. Afirma que pudo escuchar las voces de sus hijas en la casa, pero le negaron cualquier contacto.

Agregó que tanto su expareja como la familia de ella tienen contactos políticos, «que utilizan para manejarse con total impunidad.»

«Pagar los platos rotos»

En medio de la desesperación, Vicente recurrió a la policía, pero asegura que allí tampoco fue escuchado. «Me hicieron esperar y se rieron en mi cara,» cuenta. «El oficial solo me dijo que no podían hacer nada.» En el Juzgado de Familia, la situación no fue distinta. Lo atendieron con prisa, como si fuera un trámite más que había que cerrar. «Una mujer me dijo que ella se jubilaba la semana siguiente, así que quería resolver rápido. Luego me dijo algo que me indignó: ‘Esto son los platos rotos que tenés que pagar por haberte ido de tu casa’.»

Vicente no solo teme por él. Siente que sus hijas están siendo manipuladas y dañadas emocionalmente en un conflicto donde son las más vulnerables. «Están buscando que las niñas digan en la Cámara Gesell que no quieren verme. Las están hostigando psicológicamente,» advierte.

«Feminismo mal entendido»

El caso de Vicente no es único. Él mismo menciona otros padres que también han perdido el contacto con sus hijos por denuncias que, asegura, fueron utilizadas como una herramienta para apartarlos de su rol paterno. «Es el feminismo mal utilizado,» afirma, convencido de que la justicia debería ser más cuidadosa antes de aceptar acusaciones sin prueba.

«Lo único que quiero es poder ver a mis hijas,» concluye Vicente, en un llamado a la sociedad y a las autoridades. En su relato, desesperado y angustiado, quedan expuestas las grietas de un sistema que, para él, ha sido indiferente a su dolor. «Me están arrancando de la vida de mis hijas, y nadie escucha», sentenció.

Fuente: El Litoral