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Rapanui: la historia de una familia y del chocolate que conquistó el mundo

Desde su fundación en 1996, la fábrica de chocolates ha crecido como un ícono en Argentina. Con raíces familiares y un enfoque en la calidad, la marca representa la resiliencia y el esfuerzo colectivo en la industria.

En cada rincón de Bariloche, el aroma del chocolate remite inevitablemente a una marca que trascendió fronteras: Rapanui. Detrás de esa firma hay una historia de inmigración, tradición familiar y valentía empresarial que comenzó hace casi ocho décadas y que hoy da empleo a 1.500 personas en toda la Argentina.

La historia se remonta a 1947, cuando Aldo Fenoglio llegó desde Turín, Italia, escapando de la posguerra. Junto a su esposa Inés, se instalaron en Bariloche y decidieron dejar atrás el dolor: hicieron un pacto de no hablar nunca más de la guerra y comenzar una nueva vida. Allí abrieron una pequeña pastelería y pronto empezaron a producir chocolates. Uno de los primeros fue el bombón “Besos”, que rápidamente se convirtió en un éxito.

Con los años, el apellido Fenoglio se volvió sinónimo de chocolate en la ciudad. Pero a mediados de los años 90, una diferencia de visión dentro de la familia cambió el rumbo de la historia. Diego Fenoglio, hijo de Aldo, que por entonces tenía apenas 20 años y ya estaba al frente de la empresa tras la repentina muerte de su padre, soñaba con una producción de mayor calidad. Sin embargo, no logró consenso con su madre y su hermana, que apostaban por el camino del volumen.

Fue así como en 1996 Diego tomó una decisión arriesgada: empezar de cero. Fundó Rapanui, con apenas 15 empleados y unas pocas máquinas. El nombre elegido era el de la casa donde había crecido, símbolo de raíces y pertenencia. La filosofía de la nueva empresa se basó en la calidez: locales que se sintieran como el hogar, nunca dentro de un shopping ni detrás de carteles rimbombantes.

El tiempo le dio la razón. Rapanui creció sin perder su identidad y se convirtió en un ícono nacional. Hoy cuenta con cuatro locales en Bariloche —incluidos dos en el aeropuerto y uno en el Cerro Catedral—, 15 en Buenos Aires, otra en Córdoba y presencia internacional. “En Bariloche somos alrededor de 800 empleados”, detalla Karina Conte, gerenta de producción. “Muchos de los primeros trabajadores siguen en la empresa, y ahora también lo hacen sus hijos. Esto es tradición, pasión y comunidad”.

Rapanui no es solo una fábrica de chocolate. Es la historia de una familia que convirtió la resiliencia en motor, que supo reinventarse en momentos difíciles y que logró transformar un sueño en una empresa que hoy representa a Argentina en el mundo.

Historias como esta son las que confirman que la Argentina posible existe: detrás de cada éxito hay trabajo, esfuerzo colectivo y un profundo amor por lo que se hace.

Gentileza Cadena 3