7 de septiembre de 2024

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Peluffo: "El público te abre la puerta de su casa y eso es una gran responsabilidad"

Pasar de ser el oso de peluche que animaba en la nostálgica señal Cablín a uno de los conductores más reconocidos de la televisión no solo es posible con oportunidades en momentos justos y un poco de viento a favor. También se necesita talento y, sobre todo, carisma, para que la gente que está en su casa con un control remoto en la mano te elija sin importar el programa.

Gran HermanoTalento argentinoMasterchef… Los reality shows más exitosos del país tuvieron a una misma persona al frente: Mariano Peluffo. El mismo que hoy conduce el magazine Qué mañana!, de lunes a viernes por la pantalla de El Nueve. Su carrera confirma que lo importante no es llegar a los medios, sino saber cómo permanecer en ellos. “En la tele, la gente compra o no compra”.

–Pasan los años, cambian las temáticas, los espacios, los estilos, pero siempre estás frente a una cámara siendo el presentador de algún programa que entretiene a miles de argentinos, ¿cuál es la clave?

–No la sé aún (se ríe). Esta profesión tiene sus bemoles, porque trabajás de agradar, de caer bien. Y eso lo hablo mucho en terapia, a veces me pregunto: “¿Hice de mi vida mi trabajo o hice de mi trabajo mi vida?”. El límite es muy finito, hasta me cuesta enojarme incluso, porque mi postura ante la cámara y la vida van de la mano. El público te abre la puerta de su casa, te elige, y eso está buenísimo pero es una gran responsabilidad. Tengo que entretener de la misma manera a alguien que vive en Palermo y a alguien que vive en Orán, no puedo desbarrancar ni recurrir a un humor chabacano, no tengo que dejar afuera a nadie, o al menos no quiero hacerlo.

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–Con "Qué mañana!" unís al público, porque si hay algo que disfrutamos todos los argentinos es cocinar y comer, pero seguramente fue un desafío tomar la posta y reemplazar nada menos que al histórico conductor Guillermo Calabrese.

–Sí, sin dudas. Me tomó por sorpresa el ofrecimiento tras la triste noticia (N. de la R.: falleció en abril del año pasado) y a partir de ahí con todo el equipo hicimos unas modificaciones para que el ritmo fuera otro, separando la figura del conductor por un lado y varios talentosísimos cocineros por otro. Eso me permite jugar más con la dinámica, que hayan más opciones de recetas y además intercalemos noticias livianas, descontracturadas.

Si bien hubo un poco de resistencia al principio porque Cala era un formador de cocineros y un tipo muy televisivo, hoy me siento muy cómodo con el delantal y formando parte de este equipo.

–¿Qué te decían en las redes?

–“¡Es una falta de respeto a la memoria de Cala, caradura!”. Y he contestado alguno que otro en buena onda: “Che, ¿pero en tu casa quién cocina? ¿Mallmann? No, cocina tu marido. El secreto es que podamos cocinar todos”. Y eso me costó asumirlo. Muchos amigos de la gastronomía, Narda, Christoff, Donato, Maru, Gime Monteverde, me lo dijeron hasta el cansancio: “Vos sos cocinero. Si te ponés un delantal, agarrás una cuchilla y te ponés a cocinar, sos cocinero. Después vemos cómo te sale, pero si te animás, sos cocinero”. No chef, eh. Eso es una formación, una profesión.

A mí me gusta cocinar en casa, me identifiqué mucho con programas de cocina, conduje Masterchef… Era mandarse nomás.

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–Y además, es hasta terapéutico.

–Re, a mí me gusta cocinar para mis hijas, mis amigos… O a veces estoy solo en casa y no es algo que quiera sacarme de encima, hacer algo para zafar si total es solo para mí. Ahora aprendí que puedo preparar algo rico, que se vea bien y sea sencillo. En todo ese proceso hay una dedicación y conexión muy saludables.

–Este rol demuestra que una de tus claves entonces es ser versátil… ¿Qué otras características creés que debería tener un conductor?

–Hay algo que es extrañísimo y creo que es parte de la respuesta aunque no la podamos explicar: esto no se estudia, no hay carrera de conductor. O sea, hay colegas periodistas o locutores superformados desde lo comunicacional, o actores con preparación artística, y después, no sé… improvisados como yo.

–¿“Como yo” qué sería? ¿Caradura?

–(Se ríe) Como yo, autodidacta digamos. Porque nunca hice ningún tipo de formación, tengo cuatro años de Ciencias Económicas. Y me preguntan: “Che, ¿pero ni un curso de cómo pararse ante cámara?”. Te juro que no. Y quizás parte del secretito que me permitió llegar hasta acá radica en eso, en que capaz los televidentes se identifiquen un poco más con mi manera de ser, yo no me muevo de ese lugar.

También hay una realidad: en la tele, la gente compra o no compra,eso ya es algo ajeno a nosotros, es la mirada del otro. Podés ser la persona más formada, más idónea, dar en cámara perfecto a lo Ken, pero si no va, no va.

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Me costó mucho entender que, de alguna manera, todos los que laburamos en esto tenemos una especie de capital simbólico que nos distingue del otro. Y una vez un productor me dijo: “Tu mayor capital es que te eligen, no tenés que perder eso”. Y eso se ve que es real, porque en algún ciclo que no me fue tan bien, me destacaban que la había remado cuando me podrían haber dicho que había fracasado. No perder eso es un ejercicio de intentar estar siempre con los dos piecitos en el suelo y de que tu vida cambie lo menos posible.

–El verdadero: “Que el privilegio no te nuble la empatía”.

–Sí, estar conectado con la realidad, saber que la cosa está difícil por más de que uno sea un privilegiado de vivir bien y de lo que le gusta. Son tiempos sensibles, hay que tener cuidado con lo que se dice, los tonos. Si no entendés eso, es como estar en tu casa, caminar desorientado y chocarte con los muebles.

–En estos más de 20 años como conductor, te convertiste en una especie de antropólogo de los reality shows: estuviste al frente de "Gran Hermano", "Talento argentino", "Masterchef", "Relatoras argentinas", "Perdidos en la tribu" y faltan algunos… ¿Por qué creés que estos formatos nunca pasan de moda?

–Todos tienen un común denominador, que es que hay gente común participando de un programa de televisión. No son actores ni personas preparadas para estar ahí, el gran secreto es, justamente, no intentar direccionar la búsqueda de esos perfiles. Los proyectos que proponen un casting y dicen: “Vamos a poner una ama de casa, un abogado, un maestro mayor de obras y una médica” no funcionan. Tenés que buscar los personajes más divertidos que llamen la atención.

–¿Por qué creés que esas personas quieren exponer su vida en la tele?

–Es un gran misterio. Hay algo de curiosidad, también de la necesidad de contar, mostrar y exponer. Tiene que ver con la importancia de la televisión como medio, porque existirán los streamings, las redes sociales y los influencers, pero todos quieren llegar a la tele. Hay un deseo grande de: “Quiero que mi historia se conozca ahí. Ver, verla, verme y que me vean”. En Gran Hermano nos pasaba que muchos decían: “Che, ¡cómo no hay una docente!”, por ejemplo. Y no sé, no vino al casting, qué sé yo. Uno elige entre los que se postulan.

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–Y sin embargo, uno cuando habla con sus amigos, no hay una sola persona que alce la mano y diga: “Yo quiero ir a 'Gran Hermano'”.

–Claro, yo no conozco ninguno de mi círculo que alguna vez haya dicho “yo me animaría a ir”. Y después cuando ves un montón de personas de varias profesiones y personalidades pensás: “Sí irían, pero no se animan a decirlo”. Es difícil de explicar por qué la gente se postula, la tele tiene ese magnetismo único.

–En definitiva, lo que se busca es lo que llamamos “fama”, ¿notás eso?

–Sí, que tiene una prensa rara, ¿no? Porque se cree que ser famoso es un fin en sí mismo y yo no lo creo tan así. Si tomamos GH como parámetro, vemos que les ha servido a aquellos participantes que lo tomaron como un pasaporte a una carrera de actor o actriz, de conductor, de vedette, de cantante. Para el que va a solo ser famoso es un vuelo corto que en un momento se apaga y después te deja medio mendigando cámara, no se sostiene.

–¿Y qué nos pasa a nosotros como televidentes? ¿Por qué nos fascinan estos formatos?

–Hay algo de fisgones, de vouyeristas que, evidentemente, tenemos todos. El que diga que no se quedó escuchando una discusión de vecinos o mirando por la persiana mientras la vecina de enfrente se peleaba con el novio, miente. Entonces, creo que los reality tienen un poco de eso, de ver la vida ajena, espiarla y criticarla. Es nuestra posibilidad, está blanqueado, puedo hacerlo.

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–Después de haber pasado por tantos, si pudieras producir tu propio reality, ¿de qué lo harías?

–(Piensa) Me ha tocado conducir programas tan raros, tan distintos entre sí, los que mencionamos fueron los que funcionaron, pero también tengo en mi haber algunos que duraron tres días, una semana o una temporada y los levantaron… Después de haber puesto la cara en todos esos, creo que merezco ser el jurado de un reality de conductores. Ahí me sentaría de brazos cruzados a ver cómo lo hacen(se ríe).

Por Noelia Teglia / El Planeta Urbano