“Un click sin retorno”. “Un rapto de lucidez”. Los migrantes argentinos que vuelven al país tienen claro el momento exacto en el que tomaron la decisión de armar nuevamente las valijas. Ocurre tras meses, incluso años, de dudas. Es un cambio que se cocina en mentes plagadas de listas de pros y contras.
La determinación de regresar, que gana fuerza en grupos de expatriados, se dispara por múltiples razones, pero en todos los casos aparece un denominador común: a la distancia, se revalorizan aspectos de la vida en la Argentina. Los comentarios del entorno, que siempre pesan en menor o mayor medida, van de un extremo al otro, como un péndulo. “Estás loco, quedate allá”, es una de las frases más habituales de los que desalientan el regreso. “Hacé lo que sientas, pero sabé que te estamos esperando”, expresan otros.
“En el imaginario colectivo argentino está un poco instaurada esta idea de que en Europa todo es mejor. A mí me costó aceptar que quería volver”, cuenta la violinista Amparo Guyot, de 25 años, nacida en San Isidro. Vivió los últimos cinco años en Suiza, donde estudió, trabajó y llegó a proyectarse. “En el medio del proceso de volver, tenía amigos argentinos que querían irse. Entonces yo pensaba que tenía que aprovechar el privilegio de estar allá. Pero bueno, decidí terminar esa etapa”, relata, ya instalada en Buenos Aires. Regresó en septiembre de 2024 y asegura que está muy contenta con el rumbo que eligió.
Cuando anunció que volvía, comenzó a escuchar casos de otros argentinos que habían tomado la misma decisión. Lo mismo les sucedió a Florencia y a Nicolás, un matrimonio de correntinos que vivieron tres años en Murcia, y a la porteña Sol Ianacci, que emigró a Valencia, entre otros.
Es un fenómeno que carece de datos duros: la Dirección Nacional de Migraciones no tiene un registro de los movimientos ya que no exige a los argentinos una declaración jurada al salir del país ni al ingresar para conocer en qué casos se fueron a vivir al exterior. Sí es visible en los grupos de Facebook de miles de usuarios que comparten las comunidades de argentinos en distintas ciudades del mundo. Allí abundan publicaciones de personas que venden sus muebles porque vuelven o que piden ayuda para realizar algún trámite vinculado al regreso. También se trata de una realidad que, dicen los expatriados, se habla cada vez más en los grupos de WhatsApp de argentinos en el exterior.
Entre los motivos que exponen los que vuelven aparecen con frecuencia la sensación de haber cumplido una etapa o de no haber tenido la experiencia esperada. La valoración de los aspectos del estilo de vida en la Argentina atraviesa a todos. Están también aquellos que mencionan un cambio de orden económico en el país, aunque no como única razón para regresar.

Volver. El proyecto de tener hijos o el inicio de la escolarización de los chicos son algunos de los disparadores para evaluar la idea de regresar al país
“La mayoría de los que emigran son jóvenes solteros de clase media urbana. Son relativamente pocas las familias, entonces los procesos de ir y volver son más lábiles, más ligeros”, afirma el investigador y docente universitario Lucas Luchilo, quien estudia desde hace más de una década estos movimientos, específicamente la migración calificada y la migración de retorno, como se denomina al fenómeno de volver al país de origen.
Hay momentos de la vida que invitan a reflexionar sobre el regreso a las raíces. Uno que cita Luchilo es cuando llega la idea de tener hijos. “Ahí muchos deciden si se quedan o se vuelven”, plantea. “Un segundo momento es cuando los hijos se acercan a la edad escolar”, suma. Su evaluación es que no es posible saber aún si los cambios políticos y económicos que ocurrieron en la Argentina con la llegada del actual gobierno impactan sobre el fenómeno.
Hasta enero de 2024, la salida de argentinos, al menos a España, que es el país más elegido, no dejó de crecer. “Cuando aumenta la emigración, aumenta el retorno, porque siempre hay un porcentaje de los que se van que va a decidir volver”, subraya el especialista.
De acuerdo a los pocos datos oficiales relevados, la última ola de emigrantes comenzó en 2018 y se intensificó entre 2022 y 2023. No hay cifras elaboradas respecto al transcurso de 2024. A partir de estimaciones consulares y datos censales de las embajadas, se calcula que son 1.803.000 los argentinos que abandonaron el país desde 2013 hasta 2023.
La psicóloga argentina Soledad Salvietti, especialista en procesos migratorios, sostiene que entre los que deciden volver surgen con frecuencia dos emociones: la culpa y el miedo. “Piensan con culpa: ‘Después de lo que construí, ¿estoy tirando todo por la borda?’. Otra pregunta que aparece es: ‘¿Saqué a mis hijos de su país para ahora volver?’ Y también suelen sentir miedo. Se cuestionan: ‘¿Y si ya no encajo en mi país?’; ‘¿qué pasa si quiero volver a irme?’”, describe.
“Existe en la persona que emigra una tensión emocional e interna, como en el juego de la soga, en el que un equipo tira para un lado y el otro, para el lado contrario. En este caso sería entre el deseo de seguir adelante en el nuevo país y la nostalgia por lo que se dejó atrás, que puede ser realmente abrumadora”, explica Salvietti, quien afirma que este dilema recurrente suele ser el disparador de muchos procesos terapéuticos.
La especialista, radicada en España desde hace tres años, indica que la seguridad en las calles y la estabilidad económica son los factores más resaltados por los argentinos que dejan el país. ¿Y lo que más tira para volver? “Nuestra cultura, el concepto de ‘lo nuestro’, el no tener que lidiar con esa sensación de sentirse extranjero. Nuestras formas, nuestros códigos, nuestro humor, nuestras comidas”, enumera.
“En las redes la gente muestra el lado A de vivir afuera”
En el grupo de los que volvieron decepcionados con la experiencia en otro país se encuentra Sol, quien se mudó a Valencia por dos años. “En las redes la gente muestra el lado A de vivir afuera. Creo que por eso muchos lo idealizábamos. Hay más personas que conozco volviendo. Estando lejos empezás a valorar más lo que habías construido acá, especialmente los vínculos. En mi caso, también lo laboral”, dice esta abogada y novelista, de 28 años, nacida en la ciudad de Buenos Aires. Tiene cinco libros, el más reciente, Una última luna, fue publicado el año anterior a irse.

“Me fui creyendo que iba a poder publicar allá, pero entendí que mis lectores están acá. Mandé los manuscritos a algunas editoriales, pero allá no es como acá, que apuestan más a los escritores. Tenía que hacer una inversión muy grande para que me publiquen. Como abogada tampoco podía ejercer, así que trabajé de camarera, de secretaria…no encontré mi lugar”, cuenta.
Por motivos económicos, nunca logró vivir sola en Valencia. “Allá, para llegar al salario mínimo en gastronomía tenés que trabajar 40 horas por semana, que son 1100 euros por mes, pero muchas veces los trabajos que encontrás son de media jornada”, afirma la escritora, quien volvió a mediados de 2024. Con distintas oportunidades laborales, sostiene el alquiler de su propio departamento en Villa Urquiza y está por cumplir el sueño que no pudo concretar en España: abrir un café literario.
“Allá pude viajar. En la ciudad me sentía muy segura saliendo a la calle, eso me gustó mucho. Pero cuando me pasaron ciertas cosas y realmente necesité llamar a alguien no sentí esa seguridad, porque no tenía con quién contar. Tuve un accidente en moto y en ese momento me sentí muy sola y muy frágil”, expresa.
“No me quiero ir, pero quiero volver”
Eligió hacer un posgrado en marketing en España para evitar el choque cultural más frontal. Estudió y trabajó en Madrid, ciudad en la que además conoció a su novia, Catalina Guerchi, también argentina. Cuando decidieron casarse, también definieron regresar al país. “Consideramos que la vuelta es parte de pasar a la siguiente etapa de nuestras vidas, de formar una familia”, afirma Matías, de 29 años .
Pese a estar en paz con la decisión, admite que aún les cuesta conectar con el regreso. “La idea de sacar los pasajes es dura…Es como que no me quiero ir, pero quiero volver”, describe. Actualmente, trabaja en una start up española como project manager. Su objetivo es conseguir un empleo similar en Buenos Aires.

Sobre los motivos que influyeron para dar el nuevo giro, comenta: “Fuimos preguntando cómo está la situación económica y general allá porque es algo que hay que tener en cuenta. Pero no fue un factor decisivo para nosotros; a mí me pesa mucho más la seguridad que la economía. Uno siempre lee que sigue habiendo robos y asesinatos. La seguridad es de las cosas que más voy a extrañar. Voy a jugar al fútbol en bicicleta por el medio de la ciudad y vuelvo a las 12 de la noche sin problema. Y eso no sé si lo puedo hacer allá. Pero termina pesando más lo emocional: la familia, los amigos de toda la vida”, reflexiona.
“Prefiero estar cerca de gente que me estimule”
La necesidad de volver se fue instalando de a poco. “La duda me nació a partir de preguntarme más a nivel existencial: ‘¿Qué es lo importante para mí?’ Allá yo tenía una vida, de alguna manera, individualista. Me fui por mi carrera, pero en un punto me di cuenta que no es lo más importante de mi vida, y que prefiero estar cerca de mi familia, de mis amigos, de gente que me estimule a nivel intelectual, emocional y artístico. Y eso allá no me estaba pasando”, cuenta. La violinista dice que le resulta mucho más creativo el ambiente de la música en la Argentina.

Pese a que llegó a sentirse muy adaptada al estilo de vida suizo -la mayoría de sus amigos eran locales y tuvo dos novios de esa nacionalidad-, nunca dejó de percibir cierta tensión cultural. “En mi último mes allá se me había terminado el alquiler, entonces me hospedé en casas de amigos, pero me pasó que muchas veces me contestaban: ‘Bueno, si no tenés en serio ningún otro lugar, vení’, un tipo de respuesta que un amigo de acá no me daría. Y no es por la cercanía con la persona, sino porque acá tenemos mayor conciencia del plano emocional del otro e intentamos hacerlo sentir bien recibido”, reflexiona. Ya cerca de sus afectos, proyecta audicionar para orquestas filarmónicas, sinfónicas y estables en la Argentina.
“Vamos a extrañar la seguridad y vivir junto al mar”
Cuando anunció en su cuenta de Instagram que regresaba a su Corrientes natal, Florencia recibió muchos mensajes de aliento, pero también unos cuantos negativos. Hubo uno en particular que le molestó: “Digámoslo claro: fracasaron”. Más allá de que asegura no creer en la palabra “fracaso”, la veterinaria argentina explica que volver al país no se debió a una mala experiencia en Murcia, donde vivió junto a su marido y sus dos hijos durante tres años.

“No me arrepiento para nada. Soy partidaria de que todos los que quieran, lo hagan, que no se queden con el ‘qué hubiera pasado’. Nosotros realmente queríamos tener la experiencia de vivir afuera, y la disfrutamos mucho. Fue una etapa muy feliz de nuestras vidas”, dice. La familia había abandonado la Argentina en 2022. Un robo que sufrieron durante unas vacaciones en Mar Azul fue el disparador.
“Vamos a extrañar vivir junto al mar, ir a la playa entre semana y la seguridad que hay acá. Pero decidimos volver porque nos salió una propuesta de trabajo para un proyecto en común. A nivel familiar y laboral me parece que va a ser mejor. Ya veníamos pensando que a nuestros hijos les faltaba familia, y a nosotros también. Siempre valoré el día a día con mi mamá, por ejemplo. Nos faltaba nuestra tribu”, expresa.
“No hay ningún lugar perfecto en el mundo”
Siempre que se fue de la Argentina supo que iba a volver. Por cuestiones laborales residió con su familia en diversos países. “En 30 años, tuvimos 20 mudanzas. Vivimos en cinco países, cinco estados en Estados Unidos, Sudáfrica y Brasil. Esta es la tercera vuelta , espero que sea la definitiva”, se ríe Stephanie, de 55 años.

Su decisión de regresar estuvo marcada por su dinámica familiar. De sus cinco hijos, dos habían querido retornar para empezar la universidad con sus amigos argentinos. “Era el momento perfecto, mi cuarta hija empezaba la facultad y la otra el secundario. Todos esos factores incidieron. Nosotros estábamos felices viviendo afuera, me acuerdo un domingo a la mañana en mi casa de Miami que me preguntaba: ‘¿Qué locura estoy haciendo?’ Pero lo queríamos hacer, y yo trabajo remoto así que podía seguir”, relata esta analista de sistemas que se destaca en el mundo del coaching profesional.
Su hijo mayor, que está casado, se quedó en Estados Unidos: se recibió y tiene un buen trabajo en Seattle. El resto de la familia ya se reacomodó a Buenos Aires. “Hoy estamos felices de haber tomado esta decisión. Incluso mi hija, la que estaba más negada con la Argentina, volvió a visitar a sus amigas a Estados Unidos y les contaba lo contenta que estaba con su nueva vida”, relata.
La experiencia de Stephanie de haber vivido en tantos países le permite hablar de los procesos migratorios con enorme conocimiento de causa: “Lo que aprendí de todas mis mudanzas es que no hay ningún lugar perfecto en el mundo. Todos tienen aspectos buenos y malos. Pero hay momentos de las familias en los que un lugar es mejor que otro”.
También desde Miami regresó Emilio W, quien se instaló en Estados Unidos por un traslado laboral en 2013 y tuvo el deseo de volver a la Argentina diez años después. Fue su segunda emigración con retorno: ya en los años 80 y 90 había vivido en Alemania y España.
“Volvimos para completar un ciclo hacia los orígenes y la sensación de mayor control de los gastos, la calidad de la salud, el retiro y la vivienda. Hay muchos pros al volver, también tiene sus contras. No es ni mejor ni peor, es distinto”, sostiene.
Con 62 años, Emilio considera que la Argentina es un lugar más amigable para esta etapa de su vida. Cuatro de sus hijos se quedaron afuera, tres en Miami y uno en Barcelona. También tiene dos nietos que residen en el exterior. “Los internacionalizás [a los hijos] y después agárrate. Para mi mujer eso es lo más fuerte, si fuera por ella estaría más tiempo en Miami que en la Argentina. Lo mío es más una mezcla”, expresa. Y cierra: “En nuestro caso, la situación política y económica del país no pesó. Tratamos de mantenerla como un dato y no como una variable para esas decisiones, ya que, por otro lado, es demasiado poco previsible”, acota.
“Apostamos a trabajos más desafiantes en la Argentina”
A Tomás Carranza, ingeniero agrónomo de 27 años, y a Florencia Peluffo, licenciada en marketing de 27 años, siempre les resultó atractivo Australia. En noviembre de 2022, llegaron a Sydney tras haber obtenido las visas denominadas working holiday, destinadas a jóvenes con formación terciaria o universitaria en busca de experiencias en el exterior. La estadía se fue prolongando, recorrieron distintos lugares del país y se consolidaron como pareja.

Cuando regresen a la Argentina, les van a sobrar vivencias para contar. “Estuvimos seis meses en Albany, al sur, en un tambo, digamos, en una dairy farm. Fue mucho sacrificio, pero implicó también conocer mucha gente. Después de esa farm fuimos a otra que quedaba en Williams, un poco más al norte. Y ese campo era agrícola, así que estuvimos en la cosecha. Después de ahí nos mudamos a Nannup, donde estamos ahora trabajando en una bodega”, relata Tomás.
La última escala será en Filipinas, pero en modo vacaciones antes de emprender el regreso. “Nos gusta mucho nuestra cultura, extrañamos a nuestra familia, y la verdad que queremos volver también para ver crecer a nuestro país estando ahí. Apostamos en lo laboral a trabajos más desafiantes en la Argentina”, cierra el joven.
Volver, una opción que se naturaliza
España es el destino con mayor inmigración argentina. De acuerdo a los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de ese país, en enero de 2024 residían allí 415.987 personas nacidas en la Argentina, un número que viene en alza desde hace años: en 2021, eran 302.594; en 2022, 327.475, y en 2023, 373.064.
Luchilo destaca una mezcla de factores que hacen que actualmente tanto la decisión de irse de la Argentina como la de volver sean más fáciles de tomar que en el pasado. “Hace unas décadas, cuando viajar era mucho más caro y menos habitual, y la comunicación era más complicada, la migración tenía un carácter más permanente. Hoy, hay un sesgo hacia la posibilidad de retorno y eventualmente de irse de nuevo. No es una decisión tan pesada como era antes. Está naturalizado”, plantea.
Destaca también que la relativización de algunos mandatos sociales explican en gran parte estos movimientos. “Es mucho más fácil ir a probar suerte a otro país cuando sos soltero y no se espera que a los 25 años te cases y tengas un hijo. Eso permite que los jóvenes tengan una experiencia en el exterior”, dice el investigador.
Aquellos que regresan pertenecen a distintas olas de emigración, desde los se fueron hace más de 30 años hasta jóvenes que salieron al mundo en busca de nuevas vivencias en la última década. Con movimientos de ida y vuelta más flexibles y un sentimiento de pertenencia que nunca se pierde, la contracara de los que se van también se deja ver con historias de repatriados.
Gentileza La Nación