Carlitos Balá cumple 95 años: fiel a una sola vocación, hacer reír
Es de los privilegiados que no tuvieron dudas vocacionales. Desarrolló y fue fiel a una sola vocación: hacer reír. Esa misma inspiración que, 95 años después, lo mantiene vigente.
Nació como Carlos Salim Balaá, pero para todo un país es Carlitos o Balá, a secas. Marca registrada vinculada a la infancia de varias generaciones, a ese humor naif que, como tal, aún hoy sigue despertando sonrisas. Creó un estilo con identidad propia. Logró lo que pocos.
De muy jovencito ya se subía a los colectivos de la línea 39 en Chacarita, su barrio. Los choferes lo conocían y muchos de los pasajeros también. En cuando se ponía primera por Federico Lacroze hacia Palermo, empezaba la función nómade. Carlitos comenzaba a desandar chistes, contar pequeñas historias, interpretar personajes y entablar un ida y vuelta genuino con ese público espontáneo y poco usual.
Esa platea de 21 asientos que no imaginaba que estaba ante quien, con los años, se convertiría en la gran estrella del espectáculo para chicos y en el creador de frases que, con solo decirlas, remiten a él. "¿Qué gusto tiene la sala?", o un golpeteo que incita a una sola respuesta: "Balá". Todo dicho.
"Aún hoy, Carlitos juega como un chico. Se divierte como el primer día, no perdió su esencia", reconoce Laura Franco. La actriz, conocida por los chicos como Panam, invitó a Carlitos a sus espectáculos planteando el vínculo del artista con las nuevas generaciones. Este nuevo cumpleaños lo encuentra a Balá en una situación atípica. La pandemia y la consecuente cuarentena le impiden festejar como él acostumbra. Y, desde ya, le imposibilita seguir presentando su show en vivo o acompañar a Panam en sus espectáculos. "Papá está contento. Adentro, bien cuidado por mi mamá, por mí, y por mi hija María Laura que es chef y le cocina", explica Laura, hija del cómico.
Martha Venturiello es la mujer que acompaña a Balá con profundo enamoramiento y devoción. Admira a su marido, es la madre de Laura y Martín, y no duda en escoltar a su esposo a sus funciones o a los innumerables homenajes fruto de una trayectoria sin sobresaltos. Balá se ganó el cariño de la gente, el respeto del público y de los colegas. Jamás estuvo vinculado a un escándalo. Transparente. Sin doble faz. Así, como él, no son tantos en un mundo del espectáculo de egos sobresaltados y famas efímeras.
La Telekermese musical y El Show de Antonio Prieto fueron algunos de los primeros programas de televisión en los que participó en aquellos tiempos iniciales. En esa época, además, se había convertido en una de las figuras de Radio Splendid y descollaba con su personaje Jacobo Gómez.
En 1962 debutó en Telecómicos, por Canal 9. La propuesta fue un gran espaldarazo para su popularidad. Un año después llegó al teatro con Canuto Cañete, conscripto del siete. Fue tal el suceso que lo contrataron para tener su propio programa: Balamicina, con libros de Gerardo Sofovich. Al tiempo, filmaría la película Canuto Cañete y se sucederían varios programas exitosos como El soldado Balá, con libro de Abel Santa Cruz; El flequillo de Balá, con guiones de Aldo Cammarota; y El clan de Balá, con autoría compartida de Juan Carlos Mesa, Carlos Garaycochea y Jorge Basurto. Que su apellido figurase en el nombre de los programas eran una garantía de éxito.
Fue tal la repercusión de su personaje Canuto Cañete, acaso el primero que logró gran trascendencia de una galería de varios, que fue llevado al cine con diversas historias. Canuto Cañete y los 40 ladrones y Canuto Cañete detective privado conformaron la trilogía que se había iniciado con Canuto Cañete, conscripto del siete. Corría la primera mitad de la década del 60.
Luego de participar en Sábados circulares, con la conducción de Pipo Mancera, comenzaría a desarrollar el show que lo convirtió en la estrella del público infantil. A partir de la década del 70, su programa apeló a una fórmula basada en canciones, sketches y juegos con los niños que visitaban los estudios de Canal 13 o de ATC, donde el formato se consolidó a lo largo de varias temporadas.
Fue en su programa donde se hicieron populares personajes como Petronilo, ese que se repetía a sí mismo: "pega la vuelta, la Argentina te queda chica, necesitás dos números más", o El indeciso. El perro Angueto era invisible, pero acompañaba a Carlitos en su disparate. Y si el humor era un pilar, la música era otro. En cada programa, como repetía en sus presentaciones en teatros y circos, Carlitos cantaba aquellos hits como "Aquí llegó Balá", "Hagamos un gestito de idea","Hormigas trabajando", "La carrindanga", "El profesor distraído" o "Felicidad empieza con Fe". El que esté libre de cantarlos, que tire la primera piedra.
Los programas de Balá se sostenían en la inocencia. No apuraban los tiempos de la infancia. Y siempre contenían algún tono didáctico a través de enseñanzas o acciones colectivas como la que se concretaba en el famoso Chupetómetro, aquel gigante recipiente vertical donde los niños dejaban sus chupetes, cuando ya no era edad para tenerlos en la boca.
Las cartas que el ídolo recibía se podían contar por miles cada semana. Contenían mensajes y, sobre todo, dibujos de su público. Buena parte de ese acervo, el actor lo conserva en prolijos biblioratos en el escritorio de su piso de la avenida Las Heras, donde vive desde hace años con una vista inmaculada al Río de la Plata. Mientras desarrollaba su show televisivo, Balá también participaba de películas familiares junto a figuras populares como Palito Ortega o Las Trillizas de Oro. Así, estelarizó Dos locos en el aire o El tío disparate, entre tantos otros títulos que siempre contaron con favor del público.
"Hizo una carrera espectacular. Hizo una comicidad sana, sketches, canciones, un montón de películas. Toda la vida se dedicó a su público. Siempre trabajó para la familia. Ese fue su público", reconoce su hija Laura.
La Nación.