Cada minuto cuenta. Un Accidente Cerebrovascular (ACV) ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia el cerebro se interrumpe y las neuronas, privadas de oxígeno y nutrientes, comienzan a morir en cuestión de minutos. Esta emergencia médica, que no distingue edades ni contextos, es hoy una de las principales causas de discapacidad y muerte en el mundo.
Al reconocido neurocirujano Alejandro Musacchio (MP 5686) le tocó atender, junto a sus colegas, a Oliveras en el Hospital José María Cullen, cuando el pasado 14 de julio ingresó de urgencia tras sufrir un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico. Tras la evaluación, el médico descartó que los golpes recibidos en el boxeo o la intervención que la paciente se había realizado días atrás hayan incidido: “Todo lo que hacía Oliveras es fabuloso. Pero si existe un problema genético, debe detectarse preventivamente. Los golpes pueden generar microcontusiones y pequeños coágulos asociados a demencias, pero no tienen relación con lo vascular”, subrayó el jefe del Departamento de Neurorradiología Intervencionista, dependiente del Servicio de Neurocirugía del Cullen. “Decimos que el paciente debe ser atendido antes de transcurridas las primeras cuatro horas. Oliveras llegó a la Guardia pasadas ocho horas”.
Lamentablemente, tras 15 días de internación, este lunes Oliveras falleció.

Existen dos tipos de ACV. El más frecuente es el isquémico, que representa alrededor del 85% de los casos, y se produce cuando una arteria cerebral se obstruye, generalmente por un coágulo. El otro, menos común pero más letal, es el hemorrágico, originado por la ruptura de un vaso sanguíneo que provoca sangrado en el tejido cerebral.
Factores de riesgo: lo que se puede y no se puede cambiar
Los especialistas dividen los riesgos en dos grupos. “Entre los modificables, figuran la hipertensión arterial —considerada el principal factor de riesgo—, la diabetes, el colesterol elevado, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo, la fibrilación auricular, el consumo excesivo de alcohol o drogas y la apnea del sueño no tratada”, explica Carlos Martínez, jefe de Neurología del Hospital José M. Cullen.
En cuanto a los no modificables, “influyen la edad (el riesgo aumenta después de los 55 años), los antecedentes familiares o personales de ACV”, enumera el especialista.
Cómo reconocerlo: la regla BEFAST
El ACV suele presentarse de manera súbita. Debilidad en un brazo, una pierna o un lado de la cara, dificultades para hablar, pérdida de visión, mareos repentinos, confusión o un dolor de cabeza intenso y brusco son señales de alarma.
Para identificarlas con rapidez, los médicos recomiendan recordar el acrónimo BEFAST:
Balance (equilibrio): pérdida de estabilidad
Eyes (ojos): alteraciones visuales
Face (cara): asimetría facial
Arm (brazo): debilidad en brazo o pierna
Speech (habla): dificultad para expresarse o comprender
Time (tiempo): actuar de inmediato, porque cada minuto cuenta.
Tratamientos: una carrera contra el reloj
“El abordaje depende del tipo de ACV y, sobre todo, del tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas, dice Martínez. “En el caso de los isquémicos, la trombólisis intravenosa con un medicamento que disuelve coágulos puede aplicarse hasta 4 horas y media después del episodio. Otra opción es la trombectomía mecánica, que permite extraer el coágulo mediante un catéter y que, en determinadas condiciones, puede realizarse hasta 24 horas después”.
Frente a un ACV hemorrágico, “el objetivo es controlar la presión arterial y, si el sangrado es extenso, recurrir a la neurocirugía”.
La rehabilitación temprana, tanto física como del lenguaje y ocupacional, resulta fundamental para reducir las secuelas y mejorar la calidad de vida.
Estadísticas que alarman
En Argentina, los accidentes cerebrovasculares (ACV) representan una de las principales emergencias de salud pública. Cada año se producen alrededor de 130.000 casos, lo que equivale a un ACV cada cuatro minutos. La mayoría de ellos, cerca del 85%, son de tipo isquémico, ocasionados por la obstrucción de una arteria cerebral. El 15% restante corresponde a los hemorrágicos, que se originan por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro.
La magnitud del problema se refleja también en la mortalidad: el ACV es la segunda causa de muerte en el país, con aproximadamente 18.000 fallecimientos anuales. Pero más allá de las vidas que arrebata, se ubica como la principal causa de discapacidad permanente en adultos, dejando consecuencias que transforman no solo la vida de los pacientes, sino también la de sus familias.
El perfil de riesgo está claramente identificado. Las personas mayores de 55 años son las más vulnerables, especialmente quienes padecen hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado o tabaquismo. También corren un riesgo mayor quienes tienen fibrilación auricular, una arritmia cardíaca frecuente en la edad adulta.
En lo que va de este 2025, fueron atendidas 258 personas en hospitales del tercer nivel de salud de toda la provincia de Santa Fe por casos de ACV, según reportó el Ministerio de Salud.
“En el hospital Cullen atendemos alrededor de 250 casos de ACV anuales, con un promedio de entre 18 y 25 mensuales. En gran parte de esos casos, se puede brindar una intervención para evitar complicaciones y secuelas a largo plazo”, dijo su director, Bruno Moroni. “Si bien contamos con un servicio de neurología, de neurointervencionismo y podemos brindar el tratamiento adecuado a los pacientes que llegan con complicaciones después de un ACV, siempre tenemos que hacer hincapié en el tratamiento a tiempo” remarcó en oportunidad del último Día Mundial del Accidente Cerebro Vascular (ACV), que fue el 29 de octubre del año pasado.
El impacto en la calidad de vida es profundo. Se estima que en el país más de 340.000 personas conviven con secuelas de un ACV, desde dificultades motoras hasta problemas en el habla o la visión. Además, el 2% de los mayores de 40 años padece algún grado de discapacidad derivada de esta enfermedad, un dato que pone en evidencia la urgencia de reforzar la prevención y el acceso a tratamientos oportunos.

La prevención, la mejor estrategia
Aunque el ACV aparece de manera inesperada, el 80% de los casos puede prevenirse. Los especialistas insisten en la importancia de controlar la presión arterial, la glucemia y el colesterol, además de mantener una dieta equilibrada, hacer actividad física regular, evitar el tabaco y moderar el consumo de alcohol.
El seguimiento médico en personas con afecciones como fibrilación auricular o apnea del sueño también es clave para disminuir el riesgo.
Reconocer los síntomas y actuar rápido puede salvar vidas. Y en la misma medida, la prevención y la educación comunitaria siguen siendo las mejores herramientas para ganarle tiempo a una de las emergencias más temidas en la salud pública.

Trabajo en red
La salud pública santafesina cuenta con dos unidades especiales para el tratamiento del ACV, en el Hospital “José María Cullen”, de la ciudad de Santa Fe, y en el Hospital Centenario de Rosario, donde se producen los tratamientos de estos eventos que pueden ser resueltos rápidamente.
El trabajo de estas unidades es con todo el sistema de salud por lo que es importante estar atentos a identificar los signos de accidente cerebrovascular y consultar rápidamente. La red de atención sanitaria provincial está preparada para poder evaluar al paciente y derivar, de ser necesario, a través del 107, a efectores de mayor complejidad.
Por otro lado, los centros de atención primaria trabajan de manera activa en la promoción de hábitos saludables con el objetivo de reducir estos factores de riesgo que causan estos eventos; y se cuenta con equipos preparados para realizar la rehabilitación de los pacientes que presentan secuelas de ACV.
“En la atención del ACV el tiempo es clave, porque cada minuto mueren 1.900.000 neuronas, entonces, hay que intervenir cuanto antes”, advirtió Musacchio. “Ante la aparición de síntomas (ver la regla BEFAST), la persona tiene que comunicarse con el servicio de respuesta sanitaria, en nuestro caso al 107, y rápidamente será derivado al hospital de referencia de mayor complejidad en su región. Estas unidades trabajan coordinadamente con la red de salud provincial para reducir el tiempo de atención”.
Por Nicolás Loyarte / El Litoral