Rodolfo De Paoli recordó su paso por Colón y aseguró que no imaginó «que había tanta atmósfera política».
En diálogo con Clank, el canal de Juan Pablo Varsky, De Paoli recordó que en Colón estuvo «nada, 36 días». Y profundizó: «pero son momentos donde tenés que saber elegir cuando entrar y cuando salir. Es un diablo que vengan a buscarte de Colón y te digan: ‘vení que Colón quiere ascender y de los últimos once partidos ganó uno’. Y yo llegué, de los primeros cuatro ganamos dos y, sin embargo, una caldera».
Además, rememoró que «había un microcllima muy tenso, lo que está viviendo Colón yo lo empecé a masticar en sus inicios. Jamás me imaginé que había tanta atmósfera política. Era una locura: pobre los jugadores y los técnicos que pasaron».
«Pasó Osella, Minella que como fue interino, ganó un partido y lo pusieron, perdió cinco y lo echaron. Pasó Pereyra que lo armó, arrancó bien y perdió cinco partidos al hilo y lo echaron», continuó.
Y complementó: «‘No pero traigamos a Yllana que fue el último campeón y lo echaron. Y le fue hasta peor que nosotros. Y después vino Medrán, jugó cuatro partidos y no ganó ninguno, perdió tres. Es una locura Colón».
Por otro lado, habló del poder de la prensa santafesina. «A nivel local, es como dirigir Boca o River. Salís a la esquina y ya saben con quién saliste, si tomaste café, el entrenamiento. Era tremendo. Es un club muy grande, se tienen que poner de acuerdo entre ellos».
De todas formas, también rescató aspectos positivos de su paso por Santa Fe: “Fue una gran experiencia. Conocí a tipos como Paolo Goltz, Sebastián Prediger, Javier Toledo, Bernardi. Ellos fueron los que más me respaldaron. Imaginate lo fuerte que era ese microclima que ni tipos con esa espalda pudieron sostenerlo. Después muchos de ellos terminaron dejando el fútbol. Era un desastre, el microclima era un desastre.”
El testimonio de De Paoli refleja la inestabilidad institucional y deportiva que Colón atravesó desde su regreso a la Primera Nacional, con una seguidilla de entrenadores que no lograron consolidarse en el banco y una presión constante que se hizo sentir en el vestuario.